Me gustaría alegrarme por el premio Nobel a Vargas Llosa, tengo ganas de salir a la calle a decir que por primera vez en nuestra historia de frustraciones criollas tenemos un triunfo inobjetable. Quisiera llamar a Vargas Llosa y saludarlo por este premio. Y alegrarme de veras, porque el Nobel es el Nobel pues.
Tal vez lo haga. Cuando Vargas Llosa deje de defender lo indefendible, cuando asuma que su defensa del capitalismo justifica la muerte de millones de niños en el mundo, cuando vuelva a decir con el pueblo, que no es posible sostener un sistema que tiene que explotar a la mayoría de los seres humanos para que un grupo viva a cuerpo de rey.
Tal vez salga a celebrar cuando Vargas Llosa admita que se equivocó en Uchuraccay, que hacer responsables a los comuneros de la muerte de los periodistas abrió las puertas para la impunidad de la guerra sucia que terminó con las vida de miles de peruanos, hombres, mujeres y niños.
Tal vez celebre, cuando Vargas Llosa, regrese a sus orígenes y defienda a Cuba Socialista, asumiendo que los socialistas también nos equivocamos, pero no explotamos a nadie, no nos corroe la avaricia, no nos importan las cuentas llenas de dólares a costa de la sangre y sudor de los trabajadores.
Tal vez celebre, cuando deje de justificar las matanzas en el Medio Oriente, en nombre de una modernidad que nadie ha probado hasta ahora que sirva para poder mirarnos como iguales.
Tal vez celebre cuando Vargas Llosa admita que ponerse al servicio del imperio fue su peor obra, que suscribir sus desmanes es sumarse al griterío salvaje que clama por ganancias sin que la vida importe.
Tal vez celebre cuando Vargas Llosa recobre la lucidez y denuncie a la Academia por darle el premio Nobel de la Paz a Obama, y denuncie que el crimen organizado, aunque sea del Estado, aunque sea respaldado por la ONU, sigue siendo crimen organizado.
Me gustaría tener la sangre fría para separar al Vargas Llosa literato del Vargas Llosa propagandista del imperio, no la tengo, no me es posible, son la misma persona.
Mientras tanto me comeré las ganas de celebrar, las ganas de sentirme orgulloso por que un paisano ganó el Nobel. La derecha nos ha ganado esta alegría, tal vez la historia nos la devuelva.
Tal vez lo haga. Cuando Vargas Llosa deje de defender lo indefendible, cuando asuma que su defensa del capitalismo justifica la muerte de millones de niños en el mundo, cuando vuelva a decir con el pueblo, que no es posible sostener un sistema que tiene que explotar a la mayoría de los seres humanos para que un grupo viva a cuerpo de rey.
Tal vez salga a celebrar cuando Vargas Llosa admita que se equivocó en Uchuraccay, que hacer responsables a los comuneros de la muerte de los periodistas abrió las puertas para la impunidad de la guerra sucia que terminó con las vida de miles de peruanos, hombres, mujeres y niños.
Tal vez celebre, cuando Vargas Llosa, regrese a sus orígenes y defienda a Cuba Socialista, asumiendo que los socialistas también nos equivocamos, pero no explotamos a nadie, no nos corroe la avaricia, no nos importan las cuentas llenas de dólares a costa de la sangre y sudor de los trabajadores.
Tal vez celebre, cuando deje de justificar las matanzas en el Medio Oriente, en nombre de una modernidad que nadie ha probado hasta ahora que sirva para poder mirarnos como iguales.
Tal vez celebre cuando Vargas Llosa admita que ponerse al servicio del imperio fue su peor obra, que suscribir sus desmanes es sumarse al griterío salvaje que clama por ganancias sin que la vida importe.
Tal vez celebre cuando Vargas Llosa recobre la lucidez y denuncie a la Academia por darle el premio Nobel de la Paz a Obama, y denuncie que el crimen organizado, aunque sea del Estado, aunque sea respaldado por la ONU, sigue siendo crimen organizado.
Me gustaría tener la sangre fría para separar al Vargas Llosa literato del Vargas Llosa propagandista del imperio, no la tengo, no me es posible, son la misma persona.
Mientras tanto me comeré las ganas de celebrar, las ganas de sentirme orgulloso por que un paisano ganó el Nobel. La derecha nos ha ganado esta alegría, tal vez la historia nos la devuelva.
Octubre del 2010
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