Se encuentra polarizada entre dos intereses de clase tan irreconciliables como el agua y el fuego. El 28 de Junio se celebró el aniversario del Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP) contra el Golpe de Estado cívico-militar dirigido por el Imperio. Que no quede duda de que la lucha del pueblo hondureño sea inspiradora.
La victoria electoral de Lobo le da “legitimidad” internacional al régimen nacido del golpe preventivo de Micheletti (al estilo fujimorista, apoyado por los grandes empresarios, la Iglesia, los partidos de derecha, los Mass Media y Washington), que tenía como objetivo impedir un gobierno nacionalista y antiimperialista.
Esta cuestión es la que explica la política represiva de Lobo que se viene saldando con el asesinato selectivo de varios dirigentes sindicales como José M. Flores (dirigente del PSOCA) y 9 periodistas (además de 760 casos de agresiones). La implementación de la misma le permite a Lobo aplicar su política de recorte presupuestal denominada “Plan de País”. Es decir, palo por un lado, y ajuste económico, por otro. Pero, ¿Por qué sucede esto después de un movimiento insurreccional que tenía una correlación internacional-nacional a favor?
Porque intervinieron varios factores. Un primer factor fue la dirección. A pesar de la valentía y rebeldía de Zelaya (líder liberal que con su adhesión al ALBA y la lucha por una Asamblea Constituyente desató la ira de la oligarquía), éste confió más en la estrategia negociadora por arriba (acuerdos de San José y Tegucigalpa), que en la fuerza organizada y sacrificada (muertos) del pueblo para luchar a través de la estrategia de la Huelga general.
Segundo, el carácter vacilante y oportunista de algunos dirigentes zelayistas como Rasel Tomé, vocero directo de Zelaya, que están capitulando al plantear reconocer a Lobo, para evitar ser culpados de la crisis económica.
Tercero, es cierto que los presidentes del ALBA, al principio, sentaron posición a favor de Zelaya, pero al final, confiaron en la estrategia zelayista del diálogo. En Perú, salimos de la crisis revolucionaria del Baguazo y la izquierda no pudo unificarse para realizar un acto de masas en solidaridad con el pueblo hondureño.
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Cuarto, la confianza que depositó Zelaya en Obama y la Casa Blanca. Es verdad que tal vez Obama, al principio, no sabía nada del Golpe, pero al final terminó avalando la dictadura. Esto porque Obama también es un hombre del stablishment. Engels decía que, “el ser social determina la conciencia”. Y esto es válido para Obama, líder del neoliberal Partido Demócrata.
Toda esta situación se ha dinamizado contradictoriamente llevándonos a una situación donde Lobo no es más que la continuidad de Micheletti a través de otros medios de reacción democrática. El Imperio está presionando para que se cumpla el Acuerdo de Tegucigalpa (salida de Zelaya, amnistía para los golpistas incluido Micheletti y Romeo, no a la Asamblea Constituyente, etc.).
El Golpe de Estado tenía como objetivo “normalizar” la situación de rebelión popular que creó el giro a la izquierda de Zelaya. Pero el Golpe está logrando todo lo contrario. Ha despertado al león dormido del pueblo hondureño. La tradición, cultura, organización y combatividad, están siendo puestas a prueba. El Golpe no ha derrotado al pueblo. La Resistencia recién ha comenzado elevando el nivel de conciencia política a niveles impensables hace 10 años atrás.
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