La hora de América Latina
El Perú lucha por su segunda independencia
Militantes del Comité Malpica, Unidad Popular, Corriente Mariateguista, entroncados con la mejor tradición de la izquierda peruana desde el momento fundador encabezado por José Carlos Mariátegui hasta nuestros días, y conscientes también de los errores y fracasos que han hecho retroceder mucho de lo logrado y de los que no eludimos nuestra propia responsabilidad; convencidos del carácter excepcional de la circunstancia histórica que no está tocando vivir en América Latina y el Perú, y de las posibilidades que se abren para los pueblos, ante las cuales debemos agigantarnos y superar nuestras actuales limitaciones; hemos abierto un proceso hacia una convergencia en la acción política.
Partimos de constatar la extraordinaria gravedad de la actual crisis mundial capitalista, fundada no sólo en las contradicciones propias del sistema sino en un inmenso fraude financiero contra los Estados y los consumidores, que está determinando un cambio inevitable en las reglas de funcionamiento de las principales economías del mundo, lo que incluye la pérdida de incontables puestos de trabajo, el cierre de muchas empresas y el colapso de las finanzas en cada vez mayor número de Estados; y que, paradójicamente, favorece la mayor concentración de riqueza y poder en aquellos que generaron la crisis y que de acuerdo a la terminología vigente son “los que no pueden quebrar”, mientras obligan al resto a sacrificarse por ellos y sacrificar sus condiciones de vida y sus derechos sociales adquiridos.
Una América india y mestiza, antiimperialista y antioligárquica que no acepta seguir siendo patio trasero
En medio de un mundo en crisis, en el que se tambalean todos los gobiernos, América Latina luce, por primera vez, como una excepción: menos afectada que otros países y en pleno desarrollo de diversas experiencias de gobiernos progresistas que han puesto en cuestión la hegemonía neoliberal que se impuso en los años 90. Mientras que en otras partes del planeta se responde al fracaso y la crisis neoliberal con más neoliberalismo, en el subcontinente se han abierto nuevas opciones, que si bien representan todavía cambios parciales son indicadores claros de no sometimiento que cuenta con el respaldo de amplios sectores populares. Aún en los países en los que no existen este tipo de gobiernos, se percibe un ánimo social por el cambio, que se traduce en grandes movilizaciones y en fuertes convulsiones también sobre el terreno electoral.
Por ironía, la América Latina de la deuda, del ajuste y la privatización, es ahora una de las pocas zonas del mundo que aún crece y que tiene recursos fiscales y reservas de divisas que le han permitido mantenerse en pie en la primera etapa de la crisis mundial. La gran cuestión es hasta cuándo se podrá resistir sin modificar las estructuras productivas internas, apostando que el sistema se recuperará y todo volverá a ser como antes. La gran línea divisoria tiene que ver con la continuidad o superación del modelo económico neoliberal o consenso de Washington, y con la mantención de un esquema social de exclusión y explotación que incrementa la desigualdad o su reemplazo por un nuevo orden económico que distribuya riqueza y poder hacia los sectores históricamente marginados y excluidos.
El pueblo peruano no puede ser culpado por la traición de su clase gobernante, tanto la de la vieja política como muchos de los llamados “nuevos” (outsiders) que una vez en el poder se plegaron a la corriente reaccionaria, contra la que supuestamente habían emergido. Muy por el contrario, la mayoría de los peruanos se ha expresado consistentemente contra las derechas neoliberales y sus satélites, tanto en el plano político electoral (voto contra la reacción explícita) y en grandes movilizaciones políticas y sociales contra la política económica y social, y la represión del Estado. Más aún rebelión de las calles han repercutido sobre las elecciones y viceversa. En el Perú la forma cotidiana de hacer política es enfrentarse al Estado en lucha por la defensa de los recursos naturales, la tierra, el agua, los servicios públicos, los derechos sociales, contra el autoritarismo, el fraude y la reelección, contra la corrupción y las promesas incumplidas, y otras. Nada hay de extraño que este caudal se haya manifestado en la candidatura nacionalista de Ollanta Humala, que polarizó el voto en torno a muchos de estos temas, en el 2006, y que vuelva a ser el leitmotiv de las próximas elecciones por nuevo gobierno.
El modelo económico que se aplica en el Perú se ha basado en la explotación intensiva, sin regulaciones y sin límites, es decir afectando directamente la vida de la gente y la naturaleza circundante, de los recursos naturales para su exportación; en la asociación del Estado con la gran inversión extranjera y algunos grupos locales, que lleva implícita una tendencia a la corrupción; en la privatización y concesión de las empresas públicas, los servicios básicos y los derechos estatales sobre los recursos más valiosos; en las facilidades para la constitución de nuevas fortunas, en una sociedad con más de una decena de millones de pobres y diversas formas de exclusión económica; en la desprotección del trabajo y de la pequeña y mediana producción nacional; en el despojo de las comunidades y pueblos indígenas para “rentabilizar sus tierras y recursos” y en el desprecio racista a la diferencia cultural; en el neo-centralismo disfrazado de regionalización inconsecuente, que algunos quisieran directamente desmontar; que en lo esencial es el mismo que se ha extendido por distintos países de América Latina, es respondido masivamente por los afectados con los medios que tienen a su alcance.
Construyamos un poder nacional para gobernar y dirigir el país
Los militantes del Comité Malpica, Unidad Popular, Corriente Mariateguista, afirmamos que como izquierda hemos carecido de voluntad de poder y de una comprensión justa de los procesos de masas que han estado ocurriendo. La idea de que las derrotas de la izquierda son iguales a las derrotas de las masas ha determinado una mirada unilateral que enfatiza lo orgánico, la recuperación de espacios y la negociación con el nacionalismo, antes que la lucha social y la batalla por un nuevo gobierno. Nos diferenciamos de esta perspectiva para subrayar la excepcionalidad de la coyuntura de cambio de década y la posibilidad de una victoria de repercusiones estratégicas en el curso de los meses que vienen.
El nacionalismo es una constante de la historia de América Latina y el Perú, tanto en la génesis de grandes hechos históricos: las revoluciones populares en México y Bolivia y la revolución democrática en Cuba devenida en socialista; los gobiernos progresistas de Perón en Argentina, Vargas en Brasil, Velasco en Perú y otras experiencias en Suramérica, Centroamérica y el Caribe. Pero también algunos nacionalismos han conducido a derrotas, tragedias y traiciones que no es posible olvidar, y que derivan de las limitaciones ideológicas y de clase de algunos de estos liderazgos y de la reacción brutal del imperialismo y sus aliados dentro de cada país, cuando se sienten realmente amenazados. El nacionalismo en Latinoamérica es generalmente un impulso progresista de masas que puede comprometer parte de las fuerzas armadas, la intelectualidad y hasta empresarios nacionales, y que puede transformarse en radical y revolucionario. La izquierda no puede dejar pasar la oportunidad que se abre con estos desarrollos, lo que equivaldría a incurrir en un error de sectarismo, ni renunciar a su independencia crítica lo que podría conducir a la equivocación opuesta.
Lo que se puede decir sin ninguna vacilación es que el surgimiento de una nueva opción contraria al neoliberalismo, cercana a las luchas populares y afín a la izquierdización de los procesos políticos en América Latina, con una potencia electoral y social indiscutible, es una oportunidad que no se presenta fácilmente en la historia. Esto no debe verse en el sentido de ocasión meramente electoral, para negociar con un candidato significativo, sino como un nuevo punto de partida para la construcción de un liderazgo nacional para la transformación del país. Para nosotros el apoyo electoral al nacionalismo de Ollanta Humala es la única vía que tenemos a mano para tentar un viraje trascendental en la correlación de fuerzas en el país y hacer frente a la contraofensiva que se prepara en el campo enemigo. No estamos buscando una locomotora para obtener votos y cargos públicos, como lo han manejado muchos compañeros de viaje del 2006 y podrían pensarlo otros en el 2011. Lo nuestro es una verdadera apuesta política para una ruptura de envergadura, que significaría cambiar la ubicación del Perú de retaguardia de la reacción pro Estados Unidos, pro neoliberalismo, pro represión social, hacia convertirnos en una factor clave para un nuevo equilibrio de fuerzas en el subcontinente.
Estamos ante nuevos y decisivos retos
Los militantes del Comité Malpica, Unidad Popular, Corriente Mariateguista, al emitir esta Declaración Política, reconocemos coincidencias políticas significativas y una voluntad de combate en común. Como tal nos asignamos los siguientes retos y tareas para el período que tenemos por delante:
(a) Por la victoria de las fuerzas nacionalistas, democráticas y populares en las elecciones del 2011, de la forma más clara e indiscutible posible, y por la defensa de la victoria frente a las maniobras de la reacción. Frente nacionalista, de izquierda y popular, voto por Ollanta Humala, para ganar las elecciones en abril.
(b) Por la convocatoria a la Asamblea Constituyente, sobre la base de la victoria electoral, que derogue la constitución fujimorista y defina el nuevo carácter del Estado y la economía peruana.
(c) Por la segunda independencia del país y la nacionalización de los recursos naturales con protección de los derechos de las comunidades y el medio ambiente; la democratización del Estado, el poder popular y el reconocimiento de la pluralidad étnica y cultural del país; por sanción a los corruptos, violadores de derechos humanos y otros crímenes de Estado.
(d) Por el impulso a la movilización política de las masas como eje de la lucha contra el gobierno de Alan García que seguirá agrediendo al pueblo hasta el último día; como nervio de la campaña electoral y soporte del nuevo gobierno y la asamblea constituyente. Sin masas movilizadas no habrá victoria ni defensa frente a la reacción.
(e) Por un voto nacionalista, progresista, regionalista y de izquierda, en las elecciones regionales y municipales de octubre, derrotando a los candidatos del APRA, la derecha y el fujimorismo, como punto de apoyo para la victoria en las generales del 2011.
Para encarar esta responsabilidad histórica los militantes del Comité Malpica, Unidad Popular, Corriente Mariateguista, estamos dando un paso histórico de converger en términos orgánicos y de acción política en una nueva entidad que provisoriamente denominaremos: Unidad Popular Mariateguista; asumimos como lema: Por la transformación nacional y el socialismo; nos hemos dotado de un equipo de coordinación y dirección transitoria hasta un segundo encuentro; y hemos dispuesto poner en conocimiento del país nuestra decisión política.
Comité Malpica
Corriente Mariateguista
Unidad Popular
Integrantes de UNIDAD POPULAR MARIATEGUISTA
El Perú lucha por su segunda independencia
Militantes del Comité Malpica, Unidad Popular, Corriente Mariateguista, entroncados con la mejor tradición de la izquierda peruana desde el momento fundador encabezado por José Carlos Mariátegui hasta nuestros días, y conscientes también de los errores y fracasos que han hecho retroceder mucho de lo logrado y de los que no eludimos nuestra propia responsabilidad; convencidos del carácter excepcional de la circunstancia histórica que no está tocando vivir en América Latina y el Perú, y de las posibilidades que se abren para los pueblos, ante las cuales debemos agigantarnos y superar nuestras actuales limitaciones; hemos abierto un proceso hacia una convergencia en la acción política.
Partimos de constatar la extraordinaria gravedad de la actual crisis mundial capitalista, fundada no sólo en las contradicciones propias del sistema sino en un inmenso fraude financiero contra los Estados y los consumidores, que está determinando un cambio inevitable en las reglas de funcionamiento de las principales economías del mundo, lo que incluye la pérdida de incontables puestos de trabajo, el cierre de muchas empresas y el colapso de las finanzas en cada vez mayor número de Estados; y que, paradójicamente, favorece la mayor concentración de riqueza y poder en aquellos que generaron la crisis y que de acuerdo a la terminología vigente son “los que no pueden quebrar”, mientras obligan al resto a sacrificarse por ellos y sacrificar sus condiciones de vida y sus derechos sociales adquiridos.
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Si algo es seguro respecto a la crisis en curso, es que se va a prolongar en el tiempo, como lo demuestra que ya nos encontremos propiamente en una segunda etapa del descalabro que comenzó en el 2008, que ahora toma la forma de una crisis de los Estados en casi toda Europa y que termina repercutiendo sobre todo el mundo. En medio de la caída además estamos presenciando las primeras manifestaciones de la resistencia proletaria y popular en los países europeos que significa que el ajuste para salvar a los bancos, las trasnacionales y los Estados, no pasará tan fácilmente. La lucha de los trabajadores griegos, seguidos de los españoles, italianos y otros, marcan un cambio profundo desde el conformismo y consumismo de las últimas décadas, y el fin del mito del sistema indestructible que se reforzó tras la crisis del llamado campo socialista en 1989-1991. Una enorme disputa se abre a nivel global para imponer las “soluciones” del G-8 y G-20, del FMI y el Banco Mundial, a costa de los trabajadores y consumidores del llamado “primer mundo” y de los pobres de la periferia exportadora de materias primas.
Si algo es seguro respecto a la crisis en curso, es que se va a prolongar en el tiempo, como lo demuestra que ya nos encontremos propiamente en una segunda etapa del descalabro que comenzó en el 2008, que ahora toma la forma de una crisis de los Estados en casi toda Europa y que termina repercutiendo sobre todo el mundo. En medio de la caída además estamos presenciando las primeras manifestaciones de la resistencia proletaria y popular en los países europeos que significa que el ajuste para salvar a los bancos, las trasnacionales y los Estados, no pasará tan fácilmente. La lucha de los trabajadores griegos, seguidos de los españoles, italianos y otros, marcan un cambio profundo desde el conformismo y consumismo de las últimas décadas, y el fin del mito del sistema indestructible que se reforzó tras la crisis del llamado campo socialista en 1989-1991. Una enorme disputa se abre a nivel global para imponer las “soluciones” del G-8 y G-20, del FMI y el Banco Mundial, a costa de los trabajadores y consumidores del llamado “primer mundo” y de los pobres de la periferia exportadora de materias primas.
Una América india y mestiza, antiimperialista y antioligárquica que no acepta seguir siendo patio trasero
En medio de un mundo en crisis, en el que se tambalean todos los gobiernos, América Latina luce, por primera vez, como una excepción: menos afectada que otros países y en pleno desarrollo de diversas experiencias de gobiernos progresistas que han puesto en cuestión la hegemonía neoliberal que se impuso en los años 90. Mientras que en otras partes del planeta se responde al fracaso y la crisis neoliberal con más neoliberalismo, en el subcontinente se han abierto nuevas opciones, que si bien representan todavía cambios parciales son indicadores claros de no sometimiento que cuenta con el respaldo de amplios sectores populares. Aún en los países en los que no existen este tipo de gobiernos, se percibe un ánimo social por el cambio, que se traduce en grandes movilizaciones y en fuertes convulsiones también sobre el terreno electoral.
Por ironía, la América Latina de la deuda, del ajuste y la privatización, es ahora una de las pocas zonas del mundo que aún crece y que tiene recursos fiscales y reservas de divisas que le han permitido mantenerse en pie en la primera etapa de la crisis mundial. La gran cuestión es hasta cuándo se podrá resistir sin modificar las estructuras productivas internas, apostando que el sistema se recuperará y todo volverá a ser como antes. La gran línea divisoria tiene que ver con la continuidad o superación del modelo económico neoliberal o consenso de Washington, y con la mantención de un esquema social de exclusión y explotación que incrementa la desigualdad o su reemplazo por un nuevo orden económico que distribuya riqueza y poder hacia los sectores históricamente marginados y excluidos.
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En el contexto preciso de una América Latina que está dejando de ser la de antes, el Perú oficial se mantiene hasta el presente como un bastión de la reacción internacional, una expresión de lo viejo frente a las nuevas tendencias. Pero es así por la naturaleza de los gobiernos de por lo menos los últimos veinte años, desde la dictadura corrupta y represiva de Fujimori, la falsa transición de Toledo, hasta el giro a la extrema derecha de Alan García durante el segundo gobierno aprista.
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Todos estos gobiernos fueron elegidos por el voto popular con la oferta de falsas promesas de cambio y reforma, como si fueran realmente algo distinto a los proyectos abiertamente derechistas y continuistas que postulaban la receta neoliberal y un duro autoritarismo, pero todos ellos resultaron ejecutando el programa contra el cambio y reforzaron el modelo económico y el sistema político instaurado en la década de los 90.
El pueblo peruano no puede ser culpado por la traición de su clase gobernante, tanto la de la vieja política como muchos de los llamados “nuevos” (outsiders) que una vez en el poder se plegaron a la corriente reaccionaria, contra la que supuestamente habían emergido. Muy por el contrario, la mayoría de los peruanos se ha expresado consistentemente contra las derechas neoliberales y sus satélites, tanto en el plano político electoral (voto contra la reacción explícita) y en grandes movilizaciones políticas y sociales contra la política económica y social, y la represión del Estado. Más aún rebelión de las calles han repercutido sobre las elecciones y viceversa. En el Perú la forma cotidiana de hacer política es enfrentarse al Estado en lucha por la defensa de los recursos naturales, la tierra, el agua, los servicios públicos, los derechos sociales, contra el autoritarismo, el fraude y la reelección, contra la corrupción y las promesas incumplidas, y otras. Nada hay de extraño que este caudal se haya manifestado en la candidatura nacionalista de Ollanta Humala, que polarizó el voto en torno a muchos de estos temas, en el 2006, y que vuelva a ser el leitmotiv de las próximas elecciones por nuevo gobierno.
El modelo económico que se aplica en el Perú se ha basado en la explotación intensiva, sin regulaciones y sin límites, es decir afectando directamente la vida de la gente y la naturaleza circundante, de los recursos naturales para su exportación; en la asociación del Estado con la gran inversión extranjera y algunos grupos locales, que lleva implícita una tendencia a la corrupción; en la privatización y concesión de las empresas públicas, los servicios básicos y los derechos estatales sobre los recursos más valiosos; en las facilidades para la constitución de nuevas fortunas, en una sociedad con más de una decena de millones de pobres y diversas formas de exclusión económica; en la desprotección del trabajo y de la pequeña y mediana producción nacional; en el despojo de las comunidades y pueblos indígenas para “rentabilizar sus tierras y recursos” y en el desprecio racista a la diferencia cultural; en el neo-centralismo disfrazado de regionalización inconsecuente, que algunos quisieran directamente desmontar; que en lo esencial es el mismo que se ha extendido por distintos países de América Latina, es respondido masivamente por los afectados con los medios que tienen a su alcance.
Hoy es verdad, que en otros países hermanos el modelo ha sufrido derrotas estratégicas y se encuentra en posición defensiva desde hace varios años. En el Perú, en cambio, aún no ha ocurrido eso. Nuestra principal responsabilidad revolucionaria es que esto mismo suceda en el más breve plazo.
Construyamos un poder nacional para gobernar y dirigir el país
Los militantes del Comité Malpica, Unidad Popular, Corriente Mariateguista, afirmamos que como izquierda hemos carecido de voluntad de poder y de una comprensión justa de los procesos de masas que han estado ocurriendo. La idea de que las derrotas de la izquierda son iguales a las derrotas de las masas ha determinado una mirada unilateral que enfatiza lo orgánico, la recuperación de espacios y la negociación con el nacionalismo, antes que la lucha social y la batalla por un nuevo gobierno. Nos diferenciamos de esta perspectiva para subrayar la excepcionalidad de la coyuntura de cambio de década y la posibilidad de una victoria de repercusiones estratégicas en el curso de los meses que vienen.
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En las elecciones del 2006 estuvimos más cerca que en cualquier otro instante de nuestra historia de una victoria electoral que podía haber cambiado bruscamente el escenario político y convertirse en punto de partida de grandes transformaciones, como ha ocurrido en países vecinos. Precisamente por ello esas elecciones se desenvolvieron como una guerra de clases, en la que la reacción internacional y local movilizaron la mayor maquinaria mediática y de intimidación política que se tenga recuerdo, colocando al país en un trance de confrontación, que pudo haber derivado en violencia si la derecha neoliberal-autoritaria perdía en las urnas, como estuvo cerca de suceder. Esta violencia contenida ha brotado luego en los conflictos, bajo la forma de represión salvaje y de resistencia popular en cada uno de estos episodios. Cercanos a una nueva elección, las tensiones se elevan, sobre todo porque los términos de la contradicción no han variado sino por el contrario se han hecho más agudos y el contexto internacional mundial y latinoamericano es aún más definitorio en todo sentido.
En las elecciones del 2006 estuvimos más cerca que en cualquier otro instante de nuestra historia de una victoria electoral que podía haber cambiado bruscamente el escenario político y convertirse en punto de partida de grandes transformaciones, como ha ocurrido en países vecinos. Precisamente por ello esas elecciones se desenvolvieron como una guerra de clases, en la que la reacción internacional y local movilizaron la mayor maquinaria mediática y de intimidación política que se tenga recuerdo, colocando al país en un trance de confrontación, que pudo haber derivado en violencia si la derecha neoliberal-autoritaria perdía en las urnas, como estuvo cerca de suceder. Esta violencia contenida ha brotado luego en los conflictos, bajo la forma de represión salvaje y de resistencia popular en cada uno de estos episodios. Cercanos a una nueva elección, las tensiones se elevan, sobre todo porque los términos de la contradicción no han variado sino por el contrario se han hecho más agudos y el contexto internacional mundial y latinoamericano es aún más definitorio en todo sentido.
El nacionalismo es una constante de la historia de América Latina y el Perú, tanto en la génesis de grandes hechos históricos: las revoluciones populares en México y Bolivia y la revolución democrática en Cuba devenida en socialista; los gobiernos progresistas de Perón en Argentina, Vargas en Brasil, Velasco en Perú y otras experiencias en Suramérica, Centroamérica y el Caribe. Pero también algunos nacionalismos han conducido a derrotas, tragedias y traiciones que no es posible olvidar, y que derivan de las limitaciones ideológicas y de clase de algunos de estos liderazgos y de la reacción brutal del imperialismo y sus aliados dentro de cada país, cuando se sienten realmente amenazados. El nacionalismo en Latinoamérica es generalmente un impulso progresista de masas que puede comprometer parte de las fuerzas armadas, la intelectualidad y hasta empresarios nacionales, y que puede transformarse en radical y revolucionario. La izquierda no puede dejar pasar la oportunidad que se abre con estos desarrollos, lo que equivaldría a incurrir en un error de sectarismo, ni renunciar a su independencia crítica lo que podría conducir a la equivocación opuesta.
Lo que se puede decir sin ninguna vacilación es que el surgimiento de una nueva opción contraria al neoliberalismo, cercana a las luchas populares y afín a la izquierdización de los procesos políticos en América Latina, con una potencia electoral y social indiscutible, es una oportunidad que no se presenta fácilmente en la historia. Esto no debe verse en el sentido de ocasión meramente electoral, para negociar con un candidato significativo, sino como un nuevo punto de partida para la construcción de un liderazgo nacional para la transformación del país. Para nosotros el apoyo electoral al nacionalismo de Ollanta Humala es la única vía que tenemos a mano para tentar un viraje trascendental en la correlación de fuerzas en el país y hacer frente a la contraofensiva que se prepara en el campo enemigo. No estamos buscando una locomotora para obtener votos y cargos públicos, como lo han manejado muchos compañeros de viaje del 2006 y podrían pensarlo otros en el 2011. Lo nuestro es una verdadera apuesta política para una ruptura de envergadura, que significaría cambiar la ubicación del Perú de retaguardia de la reacción pro Estados Unidos, pro neoliberalismo, pro represión social, hacia convertirnos en una factor clave para un nuevo equilibrio de fuerzas en el subcontinente.
Estamos ante nuevos y decisivos retos
Los militantes del Comité Malpica, Unidad Popular, Corriente Mariateguista, al emitir esta Declaración Política, reconocemos coincidencias políticas significativas y una voluntad de combate en común. Como tal nos asignamos los siguientes retos y tareas para el período que tenemos por delante:
(a) Por la victoria de las fuerzas nacionalistas, democráticas y populares en las elecciones del 2011, de la forma más clara e indiscutible posible, y por la defensa de la victoria frente a las maniobras de la reacción. Frente nacionalista, de izquierda y popular, voto por Ollanta Humala, para ganar las elecciones en abril.
(b) Por la convocatoria a la Asamblea Constituyente, sobre la base de la victoria electoral, que derogue la constitución fujimorista y defina el nuevo carácter del Estado y la economía peruana.
(c) Por la segunda independencia del país y la nacionalización de los recursos naturales con protección de los derechos de las comunidades y el medio ambiente; la democratización del Estado, el poder popular y el reconocimiento de la pluralidad étnica y cultural del país; por sanción a los corruptos, violadores de derechos humanos y otros crímenes de Estado.
(d) Por el impulso a la movilización política de las masas como eje de la lucha contra el gobierno de Alan García que seguirá agrediendo al pueblo hasta el último día; como nervio de la campaña electoral y soporte del nuevo gobierno y la asamblea constituyente. Sin masas movilizadas no habrá victoria ni defensa frente a la reacción.
(e) Por un voto nacionalista, progresista, regionalista y de izquierda, en las elecciones regionales y municipales de octubre, derrotando a los candidatos del APRA, la derecha y el fujimorismo, como punto de apoyo para la victoria en las generales del 2011.
Para encarar esta responsabilidad histórica los militantes del Comité Malpica, Unidad Popular, Corriente Mariateguista, estamos dando un paso histórico de converger en términos orgánicos y de acción política en una nueva entidad que provisoriamente denominaremos: Unidad Popular Mariateguista; asumimos como lema: Por la transformación nacional y el socialismo; nos hemos dotado de un equipo de coordinación y dirección transitoria hasta un segundo encuentro; y hemos dispuesto poner en conocimiento del país nuestra decisión política.
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Llamamos a otros camaradas, compañeros y compatriotas a acompañarnos en este esfuerzo.
Agosto 2010
Comité Malpica
Corriente Mariateguista
Unidad Popular
Integrantes de UNIDAD POPULAR MARIATEGUISTA
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